domingo, 9 de marzo de 2025

Los juegos infantiles, parte del folklore

 

Foto: Tomada del libro Los Sesenta de Luis Mejía

Por Bolívar Bravo Arauz para las Crónicas del Recuerdo de El Comercio

En la infancia hay recreaciones infantiles para pasar dulcemente las horas mediante variedad de juegos que se eje cutan acompañados de canciones sen cillas y tiernas. Estas canciones forman la base de nuestro folclore. Mucho y de estos juegos fueron trasladados de la Península y no carecen de originalidad.

Se puede evocar de los tiempos de la infancia, los goces infinitos de chapotear por las calles mojadas. En la ciudad acogedora y gentil, risueña y graciosa en la que llueve trece meses al año, según expresión popular.

Veíamos congregarse en los amplios patios de las casas, en los huertos perfumados y en las estrechas calles de una ciudad alumbrada por el farolito al conjuro de mil leyendas y tradiciones de una ciudad que soñaba con los fantasmas, duendes y aparecidos.

Los tiempos han cambiado al igual que la fisonomía de la ciudad y la forma tradicional y pintoresca.

De esos juegos de la edad dorada y feliz de la infancia, el más recordado es sin duda el juego de la Viudita Inquieta, en el que cogidos de las manos, con inmensa alegría expresado en los sonrosados rostros, mientras el viento agitaba las trenzas larguísimas de las niñas, o la melenita de los pequeños, al mismo tiempo que se sitúa en el medio una niña, los demás dan las vueltas cantando:

Hermosas doncellas

que al prado venís
a recoger flores
de mayo y abril 

La niña que hace el papel de viuda y que está en el centro del círculo, canta entonces sola:

Yo soy la viudita
del Conde Laurel.
Yo quiero casarme 
y no hallo con quien 

El coro infantil responde: 

Pues siendo tan bella
no encuentras con quien
elige a tu gusto 
aquí tienes cien

La viudita contesta:

Elijo esta niña
por ser la más bella
la blanca azucena
del todo el jardín

El coro responde otra vez:

Y ahora que hallaste 
la prenda querida
feliz a su lado 
pasarás la vida
contigo sí
contigo no
contigo viudita 
me casaré yo

Y en esas mismas noches, cuando oíamos absortos, de los labios de nuestras abuelitas, relatar los cuentos espeluznantes, sin pensar que algún día habíamos de escuchar reemplazados por las ondas milagrosas de la radio, el cine sonoro y la televisión, con ingenuidad repetíamos:

A la una... sale la luna
A las dos... suena el reloj
A las tres, sale el Andrés
A las cuatro, salta el gato
A las cinco, viene Jacinto
A las seis, juega Moisés
A las siete, el Diablo se mete
A las ocho, come tu bizcocho
A las nueve, nadie se mueve
A las 10:00, pasa el ciempiés

Después de la cena, venía la alegría desbordante y sincera, en medio de un claro cielo en noche de luna serrana. A veces, en las noches de invierno, obscuras y frías entonces, se repetía esta cantinela:

Agua, Señor de San Marcos
Señor de los charcos
para mi lindo traguito 
que está muy bonito 
para mi cebada
que está muy granada
para mi sandía
que está muy florida
para mi aceituna
que ya tiene una. 

Y amanecida plácida y risueña la vida de esta ciudad tranquila y solariega se oía esta simpática relación:

Cu-cu-cu-cu
cantaba la rana
debajo del agua
pasó un caballero
de capa y espada
pasó una señora 
de falda de cola
pasó un marinero
llevando un romero
le pedí un ramito
no me quiso dar
y entonces de rabia
me puse a llorar

Ráfagas heladas de verano o soles ardientes con nubes de polvo y besos de viento, invitaban al juego en las colinas cercanas. Se recuerdan los juegos que comenzaban así:

Buenos días su señorío
matantirum - tirulan
que quería su señoría
matantirulan

Otros juegos son: el yasta y otros.
Otro jueguito decía así:

Pin pin Serafín
cuchillito de marfil
manda la ronda que esconda este pie
tras la puerta de San Miguel
amén papel 




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