domingo, 2 de marzo de 2025

Antiguos institutores de Quito

 

Por Bolívar Bravo Arauz para la Sección del Recuerdo de El Comercio

Antes de la fundación de los normales había los renombrados institutores para quienes va esta nota en la página de recuerdos. Estos maestros son: Daniel Enrique Proaño, las señoritas Toledo, Obdulia Quevedo, Los señores Pablo J. Gutiérrez, Ricardo Rodríguez, Roberto Cruz.

Daniel Enrique Proaño 

Nació en 1850. Una escuela fiscal de Quito lleva su nombre. Estudio en un instituto Cartográfico de la Escuela Politécnica fundada Por García Moreno. Fue director del antiguo instituto de Pedagogía. En 1880, en el barrio de La Ronda funda el colegio de Santa Infancia. En este colegio, fundado por ese insigne pedagogo había desayuno escolar, la gota de leche, enseñanza ejemplar y gimnasia. Funcionó durante 50 años. Escribió varios libros como Compendio de Gramática, la educación popular, cinco tomos en la Revista Pedagógica, folletos en prosa y en verso.

El general Alfaro mandó a imprimir 1 500 folletos de Educación Popular para que sean distribuidos gratuitamente. Fue también notable en esta época don Roberto Cruz autor de numerosos libros. Lleva su nombre la escuela de la parroquia de la Magdalena.

Proaño fue director de Estudios de Pichincha, miembro del Consejo Escolar y vocal del consejo de Instrucción Pública.

Su vestido era característico. Leva, bastón, trajes elegantes. Era de pequeña estatura, de tez morena y era muy respetado por la ciudadanía y los altos funcionarios del Gobierno. Vivió por muchos años en el barrio de la Tola.

Escuela de la Toledo

¿Quién no ha escuchado hablar del famoso jardín del Instituto de las Señoritas Toledo? 

Funcionó en la Casa de la Inquisición (calle Bolívar y Venezuela), derrocada por afán de modernización de la urbe colonial. Luego pasó a la calle Rocafuerte, bajos del convento de Santo Domingo.

La fundadora, Lucinda Toledo (un jardín de infantes lleva su nombre), nació en Quito, en 1863. Fue hija de Antonio Toledo y Nicanora Paredes. Se educó en la escuelas de los Sagrados Corazones y San Carlos. A los 15 años comenzó la carrera del magisterio, en Ambato. Luego vino a Quito a prestar sus servicios en la escuela de los Sagrados Corazones. Pronto fundó la escuela de San Luis Gonzaga para los varones y Santa Rosa de Lima para las niñas. 

Le ayudan en esta labor María Eduviges y Teresa. Cobraban como pensión veinte centavos por mes.

Pasaron los años, las generaciones agradecidas acuerdan rendir homenaje a su dilecta profesora, Lucinda Toledo. Se funda el comité formado por los caballeros: Gustavo Bueno, Carlos Mantilla Ortega, Miguel Dousdebés, doctor Julio Vásconez, Benjamín Chiriboga, Gerardo Enríquez.

En el gobierno del doctor Carlos Arroyo del Río, siendo ministro de Educación el doctor Abelardo Montalvo, en 1943, se le concede la condecoración al mérito. Para la entrega de la presea aurea se efectuó la sesión solemne en el Teatro Nacional Sucre. Se habían consagrado sus ex-alumnos que demostraron su gratitud para tan insigne educadora. Entre estos merecen citarse el padre Julio Armijos S., Augusto Arias, doctor Julio Vásconez Delgado, ingeniero Alfonso Calderón, ex-ministro de Previsión y Trabajo y de Defensa Nacional, Alfonso Pérez Pallares, ex-alcalde de Quito, doctor José Ricardo Chiriboga Villagómez, también ex-alcalde, doctor Víctor Hugo Vayas, ex-controlador de la Nación, etc.

La señorita Toledo vivió en sus últimos años rodeada de sus sobrinas Nicanora, Rosa María, Ana Lucía y Rosario Zurita. La casa de la señorita Toledo se halla ubicada frente a la capilla de señor de los milagros, en el tradicional barrio de la Loma. Se conserva con religiosidad un ábaco en el que aprendían los niños a calcular.

Pablo J. Gutiérrez 

Otro notable educador fue Don Pablo Julián Gutiérrez. Fue profesor del colegio Mejía y de varios otros planteles. Es autor de la Aritmética de Bolsillo y Aritmética comercial, valiosos textos de enseñanza.

La escuela Pablo J. Gutiérrez fue fundada hace 44 años y funcionaba en la ciudadela América. La escuela tiene su prestigio y han ocupado la dirección los profesores Jorge Regalado, Rosendo Mediavilla, Héctor Zurita Pico y el actual, licenciado Rubén Lárraga, quien se halla 20 años frente al plantel.

Hay que anotar que esta escuela no tenía un local donde funcionar. Para solucionar este grave problema, el Ministerio de Educación acaba de adquirir una amplia y hermosa quinta en la avenida Universitaria, en la suma de 7'646 912 sucres, a los herederos de Cristóbal Bonifaz.

Benefactora de la educación 

Merece especial mención Isabel Palacios. Tenía afán por la educación popular, de los niños quiteños de hogares humildes. Donó la casa y el terreno en donde se construyó el local para la escuela Hermano Miguel de la parroquia de San Blas. En este lugar, calle Guayaquil, se construyo un edificio moderno donde funciona el Ministerio de Agricultura y Ganadería.

Se cuenta que un día que salía de su casa situada en la antigua calle Bolivia, hoy Espejo, en el lugar en el que existe el Teatro Bolívar vio que un alguacil cuyo nombre era Jorge Yépez pero que se le conocía con el apodo o mote de Ángel Dormido, llevaba preso a un acaudalado industrial, Juan Pío Aguirre, que tenía una gran fábrica en Latacunga, pero que había sido arrasado por un aluvión y su fortuna había sufrido fuerte quebrando. Le dice al alguacil: suelte al caballero y venga a mi casa que yo cubriré su deuda porque el es un hombre honrado, pero en desgracia. Y así lo hizo. Isabel Palacios hacía muchas donaciones y ayudas.

Camilo Salas Valderrama 

Otro recordado maestro es Camilo Salas Valderrama. Educador quiteño fue nombrado director de la escuela Central de varones la que se denomino después Simón Bolívar N.1, la primera escuela fiscal laica establecida por el general Eloy Alfaro, luego de la transformación liberal del 5 de junio de 1895. Durante la administración del general Leonidas Plaza, Camilo Salas fue consejero escolar en la compañía  de Federico Santur, maestro quiteño que prestó sus servicios docentes por algunos años, en Centro América.

El Consejo Escolar, durante la administración de los ministros Luis Napoleón Dillon y Manuel María Sánchez, se preocupó por la implantación de la escuela laica gratuita y obligatoria de acuerdo con las normas constitucionales, la elaboración de planes y programas de estudio, dotación de mobiliario escolar, material didáctico y métodos de enseñanza hasta entonces desconocidos en el País. Otro ministro que se preocupó por el mejoramiento de la educación fue el doctor Alfredo Monge, hermano de don Celiano Monge, secretario particular del general Alfaro.

Fotografía: Archivo de la familia Bravo Arauz.






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