sábado, 16 de junio de 2018

El puente amarillo que se observa desde el mirador de El Panecillo


El puente de La Luna se ubica en el barrio de San Juan, en el Centro Histórico de Quito, sobre la quebrada denominada la Chilena. La inversión para los trabajos de mantenimiento y rehabilitación de esta obra ascendieron a USD 23 000, el año pasado.


Por Diego Bravo Carvajal

Cada vez que alguien visita la loma de El Panecillo y observa la ciudad desde el mirador se pregunta: 

¿Cuál es ese puente amarillo que se encuentra más arriba de la Plaza de la Independencia? 

¿Cómo se llama?

¿En qué barrio se encuentra? 

¿Cuál es el nombre de la quebrada que se encuentra bajo ese puente? 

¿Es peatonal o carrozable? 

Se llama el puente de La Luna, que conecta los dos lados de la quebrada denominada La Chilena, en el barrio de San Juan. Es de paso obligatorio para quienes se movilizan desde el Centro Histórico con dirección al coliseo de San Juan o al restaurante El Ventanal, ubicado en las calles José Monroy, Tapi y Juan Martínez. 

A mediados del año pasado entró en una fase de  mantenimiento, cuya inversión ascendió a USD 23 000. Obreros lo pintaron y rehabilitaron las barandas y graderíos. El piso es de madera, el resto de la infraestructura es metálica. 

El piso del puente La Luna es de madera. Conecta los dos lados de la quebrada La Chilena.











Junto al puente está el mirador de San Juan, desde el cual se aprecia la cordillera que rodea a Quito. Cuando los días son despejados se observa los nevados Cotopaxi, Antisana y Cayambe. También una vista panorámica del Centro Histórico.




lunes, 4 de junio de 2018

Niños y adolescentes venezolanos dejan de estudiar por migrar con sus familias

Niños y adolescentes de Venezuela llegan a diario a las terminales terrestres del país. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

Diego Bravo C.

Las escenas se repiten en las terminales de transporte de Quito. Niños y adolescentes venezolanos con sus familiares, llevando maletas y con la esperanza de conseguir una nueva escuela o colegio en el país al que se movilizan. Ellos debieron abandonar sus estudios debido a la crisis económica.

La noche de este lunes 4 de junio del 2016 se vivió esa realidad en la estación interprovincial de Carcelén, ubicada en el norte de Quito. Decenas de infantes esperaban un bus para trasladarse hasta la fronteriza Huaquillas, en la provincia de El Oro, y de allí partir hacia Lima, la capital del Perú, para reencontrarse con sus allegados.

Los niños vestían chompas abrigadas y sacos de lana. Adolescentes cuidaban vehículos para conseguir unos centavos y reunir para los pasajes. Los que ya viajaban, esperaban con ansias embarcarse en un vehículo y seguir su camino. Uno de ellos es Joel, de 15 años, quien cursaba el cuarto año en el Liceo Creación El Macaro de Maracay, estado de Aragua, cuando abandonó los estudios.

Su aspiración era obtener buenas calificaciones y graduarse para luego seguir la carrera de piloto de avión. Sin embargo, tuvo que abandonar el colegio para reunirse con sus padres que viven en Lima.

“Iba a pasar a quinto año, pero me retiré. No me siento nada bien. El objetivo de un niño o adolescente es terminar la secundaria para luego estudiar una profesión”.

Aspira acabar el bachillerato en Perú. También ver nuevamente a sus primas, de 15 y 11 años, quienes también dejaron el colegio por migrar.

Él viaja junto a su hermano, Wladimir de 13, quien estaba en el mismo centro educativo y perdió el año. “Me siento triste por no estudiar, pero a la vez feliz porque voy a estar con mi mamá”.

Ambos los acompañaba su tío, Hupertín Manrique, cuyo hijo de 11 también dejó la escuela hace 10 meses para irse a España con la mamá. El hombre aspira trabajar en Perú, juntar dinero, y viajar a Europa para reunirse con su pequeño. “Estaba en sexto grado. Por suerte le revalidaron materias y continuó su formación en otro continente”, apuntó.

La cantidad de chicos venezolanos que abandona el colegio o la escuela por migrar es un tema que preocupa a las autoridades de esa nación. Datos difundidos por el Ministerio de Educación a la agencia EFE, en septiembre del 2017, refieren que el año escolar comenzó 7 195 335 estudiantes y en enero fueron 7 446 515. Es decir, 251 180 chicos de inicial, primaria y secundaria menos.

En ese sentido, según informa EFE, la Federación Venezolana de Maestros (FVM) indicó que desconoce el "paradero" de ese cuarto de millón de alumnos y manifestó su preocupación por el tema, al tiempo que denunció el deterioro de más del 90 % de los planteles educativos y la "inacción" del Gobierno de Nicolás Maduro en este sentido.

Pese a las críticas, el Jefe de Estado reiteró que el 76 % de la educación en el país es "gratuita y de calidad" y llamó a su Gobierno a trabajar para escolarizar al 10 % de esa población que no está incorporada en ningún programa educativo.

En tanto, decenas de chicos venezolanos que abandonaron su formación académica continuaban llegando anoche a la estación de Carcelén. Yerson tiene 17 años y partió desde Caracas junto a sus padres. Cursaba el último año de bachillerato y lo abandonó.

Su prioridad es arribar a Lima y conseguir un empleo para enviar dinero su novia, de la misma edad, y su hijo recién nacido. Llegó a Quito caminando desde Cúcuta, frontera colombo-venezolana. “Me gustaría acabar mi bachillerato (…) También había cosas peligrosas como la inseguridad. Mis amigos fueron asesinados”.

Danny tiene 20 y se salió del colegio cuando cursaba el segundo año de bachillerato. Su hija está en Guarenas, estado de Miranda, y quiere trabajar para mantenerla. Lleva cuatro días en Quito. Debido al frío de la capital se enfermó de la garganta y tenía fiebre. La gente que lleva comida todas las noches le proporcionaron medicinas.

Aspira estabilizarse económicamente en Perú y luego retomar el colegio. A futuro, quiere estudiar Ingeniería en Petróleos en la Universidad.

http://www.elcomercio.com/actualidad/ninos-adolescentes-venezolanos-estudiar-viajar.html

viernes, 1 de junio de 2018

Las terminales terrestres son un refugio para los venezolanos migrantes

En la Terminal Terrestres de Carcelén, decenas de ciudadanos venezolanos pernoctan durante las noches. En la gráfica, un grupo de 'llaneros' hacen fila para recibir los alimentos que reparte una familia solidaria. Foto: EL COMERCIO
30 de mayo del 2018



Diego Bravo Carvajal


 En la Terminal Interprovincial de Carcelén, ubicada en el norte de Quito, alrededor de 30 venezolanos pernoctan las noches. No tienen otro lugar en donde quedarse para descansar. Por las mañanas, ellos trabajan allí vendiendo dulces o cargando maletas para juntar dinero y luego movilizarse hasta la frontera con Perú.


Son grupos que cambian. Unos se quedan una o dos semanas y se van. Luego llegan otros que hacen lo mismo y así se repite sucesivamente. A veces son familias completas con niños pequeños, las cuales huyen de la crisis económica y política que afecta a ese país.


Su objetivo es viajar a Lima y juntarse con sus parientes y amigos, quienes viven allí. La noche de este martes 29 de mayo del 2018, ellos contaron sus historias y pidieron a las autoridades que les permitan quedarse allí, pues aseguran que el sitio es seguro y no se exponen a que les roben en la calle.


“Vengo de Caracas y estoy en Quito dos días. Atravesamos Colombia en una semana”, contó Gustavo Torrivilla, un barbero de 26 años. Como sus compatriotas, él se alimentó esta noche con la comida que una familia quiteña les llevó para ayudarles.

“Les damos desayuno, café con dos panes. Por la noche les traemos sopa caliente. No comen nada durante el día porque todo el dinero que ganan lo juntan para comprar el pasaje e irse a Huaquillas, en la provincia de El Oro, frontera con Perú”, manifestó Francisco Reinoso, un oficial en servicio pasivo de la Marina, quien reparte alimentos junto a su esposa e hijas desde hace 10 días.


Esta noche les prepararon una crema de zapallo con verduras y pan. Otro día les llevaron una olla grande con aguado de gallina. El objetivo –explicó Reinoso- es solidarizarse con la gente que sufre tras salir de su país. Los migrantes no están acostumbrados al frío de Quito, el cual es más intenso en los días lluviosos.


“Algunos tenemos sábanas que nos regalaron en un refugio de Ibarra, en Imbabura (…) Tenemos que dormir todos ahí juntitos en la sala de espera, sentados, en el piso, como nos podamos acomodar”, manifestó Zadhay Acosta, de 19 años, quien vino caminando desde Cúcuta (frontera colombo-venezolana) hasta Ecuador.


“Más tristeza dan quienes duermen en la calzada con más frío. La mayoría de venezolanos estamos acostumbrados a climas calurosos. Nos afectan las bajas temperaturas”, contó la mujer.


Este Diario entrevistó al arquitecto Bolívar Muñoz, gerente de terminales y estacionamientos de la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas (Epmmop) del Municipio. Dijo que las terminales son espacios públicos que están abiertos las 24 horas del día para servir a la comunidad.


“De ninguna manera, a nadie se le puede sacar, excepto que generen disturbios, lo cual no se ha dado”, enfatizó. A su juicio, la llegada de migrantes venezolanos a las estaciones de Carcelén y Quitumbe, en el sur de Quito, no es nueva.


“Pueden quedarse hasta encontrar la unidad que les lleve a su destino, No hay restricción para retirarles”. Asimismo, explicó que desde hace dos meses se registra la afluencia de venezolanos en las estaciones interprovinciales.


Añadió que hay zonas en donde la gente pernocta hasta encontrar un autobús y viajar. “Ellos no están permanentemente en la terminal, es por períodos muy cortos. No se quedarán para toda la vida”.