martes, 21 de abril de 2020

Tres facetas marcan la vida del Fiscal

Perfil del exfiscal Galo Chiriboga publicado en el 2012. En la gráfica, Chiriboga recorriendo las calles Chile  y Montúfar del Centro Histórico de Quito.  




Diego Bravo Carvajal


En la parada La Mariscal del trole, en el centro-norte de Quito, 12 personas esperan el bus. Una de ellas es el Fiscal de la Nación. Eran las 11:00 del viernes pasado. Galo Chiriboga se apoya sobre el cristal y espera el vehículo para trasladarse a la calle Vargas y La Marín (centro). 

Allí creció junto a sus padres, Joaquín y Carmela Zambrano. Esos barrios son entrañables para él y le despiertan gratos recuerdos. Viste una camisa naranja, pantalón de tela azul y zapatos de cuero cafés. Saluda con las personas que lo reconocen, incluso las abraza. 

Con la mano derecha en el bolsillo, cuenta que le gusta movilizarse en bus para no perder contacto con la gente. “Cuando me traslado al Centro Histórico siempre subo al trole”. Minutos antes le pidió a su guardia personal que no lo acompañara a la cita. Los apretujones de personas que entran y salen del vehículo interrumpen la charla. 

Al llegar a La Basílica, evoca que estudió la primaria en la escuela Hermano Miguel La Salle y en la Academia Militar Ecuador. Esa formación exigente -asegura- le ayudó a ser disciplinado y manejar equipos. Cursó sus estudios de Derecho en la Universidad Católica de Quito. Compartió clases junto a los abogados Pablo Ortiz, Fernando Acosta Coloma, entre otros. 

Los compañeros lo recuerdan como una persona amigable, coqueto con las mujeres y de activa participación en los movimientos universitarios como el Frente de Izquierda. “No fue un alumno brillante. Su rendimiento académico fue mediano”, narra un compañero universitario que pidió no revela su identidad. 

Se casó con la colombiana María Victoria Espinal, en 1978. Tiene dos hijos, el mayor Galo Fabricio, de 36 años, y Macarena, una pequeña de cuatro. La pareja se conoció en Medellín, al final de un concierto del mexicano Miguel Aceves Mejía, que Chiriboga organizó en esa ciudad. 

Esa precisamente fue otra de las actividades a las que se dedicó hasta el 2002: montar espectáculos musicales que lo convirtieron en un exitoso empresario. Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, Víctor Heredia y Los Chalchaleros fueron traídos al por él. “Juntos viajábamos al extranjero para contratar a los artistas”, relata su esposa. 

Su veta empresarial surgió tras la muerte de su padre, en 1967. Antes de entrar a la universidad vendía cosméticos, perfumes, embutidos... Pero no solo fue próspero como empresario. En 1978 incursionó en la esfera pública. Fue Intendente de Pichincha en el mandato de Jaime Roldós Aguilera (1978-1981). 

En el período presidencial de Alfredo Palacio se desempeñó como ministro de Trabajo, de Gobierno y fue presidente de Petroecuador. Con Rafael Correa dirigió el Ministerio de Minas y Petróleos, la Embajada ecuatoriana en España, la presidencia de Petroecuador. Y hoy es Fiscal General. Pero el desempeño de Chiriboga, de 62 años, no ha sido ajeno a las críticas. 

A él se lo identifica como una persona afín al Jefe de Estado. Asambleístas de oposición coinciden en que la mayoría de controversias aparecieron durante la actual administración. Uno de los casos denunciados es la supuesta apropiación ilegal de una vivienda que perteneció a una pareja de alemanes, en una zona exclusiva de Quito, a través de Madrigal Finance Corp, con sede en Panamá, y que tiene un capital de USD 10 000. 

La demanda, que se siguió en el juzgado XIII de lo Civil, no obstante fue rechazada por falta de pruebas. Chiriboga admite que vive en esa vivienda y que aún es apoderado de ese fideicomiso. Esa propiedad -sostiene- estaba a punto de ser embargarda por la hipoteca del dueño anterior. “El valor nominal de Madrigal está en mi declaración de bienes como parte de mi patrimonio”. En su declaración también se incluye su pago de impuestos, que desde el 2008 ha superado USD 4 000. Entre sus bienes constan una oficina, un departamento, un parqueadero y una casa en Quito. 


También posee un terreno en Conocoto y un departamento en Florida (EE.UU.), valorado en USD 290 000. Uno de sus más duros críticos es el asambleísta Cléver Jiménez, quien critica los presuntos nexos familiares entre Chiriboga y el presidente Rafael Correa. Dice que son primos y que fue abogado en el juicio que el Mandatario entabló contra un banco por incluirlo en la Central de Riesgos. Por esas razones, el legislador impugnó su candidatura a la Fiscalía, en el 2011. 

Mientras baja por la calle Guayaquil para dirigirse a la casa donde vivió su adolescencia, en La Marín, afirma que no le preocupan las acusaciones. Su asistente de prensa, Ramiro Núñez, le entrega la resolución del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social que descalificó la impugnación de Jiménez. Con un resaltador tiene marcado el artículo uno: “No se demuestra la falta de probidad del postulante. No hay veracidad en los fundamentos de impugnación presentados (...)”. Su afición por los toros Chiriboga se ubica al frente de la casa anaranjada donde vivió, en la calle Vargas. 


Allí funciona hoy una ferretería. Al otro lado está el mercado Arenas, donde hace 40 años se realizaban corridas de toros. Cuenta que el ambiente de la plaza despertó su afición por la tauromaquia. En su oficina privada en la avenida Amazonas y Jorge Washington tiene figuras, dibujos y pinturas de toreros. Sus familiares y amigos cuentan que conoce la historia taurina como la palma de su mano. 


Incluso, en 1997 se fracturó la rodilla cuando una vaca lo embistió en una tienta en Los Chillos. En una cirugía que duró cinco horas, el médico José Guerra le injertó una prótesis de coral. Desde entonces no puede trotar. Al llegar a la esquina de las calles Chile y Flores levanta el brazo derecho y muestra la puerta del sitio donde vivió. Ahora es un restaurante. Cuenta con orgullo que su adolescencia transcurrió en La Marín y que subía con sus amigos a La Tola a “darse de trompones” con los guambras’. “Era parte de la rivalidad de esos años”. Aunque no se considera un intelectual, es un buen lector de novelas y textos que traten sobre temas de Derecho. El último libro que leyó fue ‘Los Herejes de Oxford’ de S.J. Parris. 


El recorrido por el Centro Histórico termina cerca del mediodía. Al arribar a la parada de autobuses, junto a una gasolinera, lo espera un Gran Vitara plomo, con vidrios polarizados, donde lo esperan dos agentes. Desde España defendió a Correa   Galo Chiriboga  asumió la embajada ecuatoriana en Madrid el 9 de enero de 2010. A los pocos días, emitía un comunicado oficial de rechazo a la negativa del Ayuntamiento de Vic, en Cataluña, de empadronar foráneos en situación irregular.   


En menos de un mes lideraba la denuncia en contra de Air Comet, la compañía que perjudicó a cerca de 2 000 ecuatorianos. Fue muy activo los días posteriores a la tragedia de Castelldefels (Cataluña), el 23 de junio de 2010, en la cual fallecieron siete  ecuatorianos  al cruzar por las vías del tren. Se desplazó para dar soporte a las familias y fue junto a Freddy Arellano, cónsul en Barcelona, la cara visible del Gobierno ecuatoriano en un hecho de    repercusión. Alertado del drama hipotecario  de los ecuatorianos, se reunió con el gobernador del Banco de España, aunque sin resultados importantes. Pero ese empuje inicial fue diluyéndose. No logró separarse de una imagen política que defendía  al presidente Correa. 


Una actitud aún más evidente cuando convocó a los ecuatorianos residentes en España “a manifestarse” en contra del “intento de golpe de Estado”, del 30-S. Para la Asociación Hispano Ecuatoriana Rumiñahui,  el trabajo del ex embajador fue “deficiente”. Su presidente, Vladimir Paspuel, lo describe como una persona autoritaria  y con ánimo de figurar. “Asistía solo a los eventos potentes y nos atiborraba con notas de prensa intrascendentes”. 


Debido a ese intento de sobresalir -dice el líder- no planificaba en función  de los inmigrantes y falló en la estrategia. “Fue un error ir ante el Gobernador del Banco de España a pedir una solución hipotecaria solo para los ecuatorianos. Es pedir que un Presidente gobierne para una provincia. Debió reunirse con las asociaciones, planificar, hacer un frente común latinoamericano e incluir a los afectados españoles”, acota. Para Aída Quinatoa, de la Coordinadora de Ecuatorianos en España, Chiriboga fue “el único” que les dio espacio para exponer el problema hipotecario. En 2008 entregaron 3 000 firmas de afectados, “pero Issa Obando (predecesor de Chiriboga) no hizo nada”, recuerda la dirigente ecuatoriana. 

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