Por Bolívar Bravo Arauz para El Comercio
Al comenzar el siglo XX se registraron dos importantes acontecimientos: el hallazgo de los restos del Mariscal Antonio José de Sucre y la concurrencia del Ecuador a la feria Internacional de París, donde obtuvo importantes premios.
El Mariscal Antonio José de Sucre, a esta ciudad donde había formado su hogar, luego de asistir al congreso llamado “el Congreso admirable” y luego de expedir una carta fundamental, terminó sus labores. Este constituyente se reunió en Bogotá en 1830 y respaldado por Sucre. En esta Carta Política se seguía respaldando teóricamente la unidad colombiana. Posteriormente vino la separación. Las fuerzas gran colombianas derrotaron a las del Perú en la Batalla del Tarqui del 27 de febrero de 1827; los estrategas que organizaron fueron el Mariscal Sucre y Juan José Flores.
Cuando regresaba el Mariscal Sucre a esta ciudad, traidoramente fue asesinado en las selvas de Berruecos el 4 de junio de 1830. Había en el siniestro un tremendo detalle: los cinco asesinos, dos comandantes, un capitán y dos soldados. Fue en medio de odio político y ambiciones.
Habían transcurrido setenta años del crimen cuando ocurrió el hallazgo de los restos de Sucre. El 24 de abril de 1900 concurrieron para hacerse cargo de los restos y para luego hacer su identificación científica, el presidente general Eloy Alfaro, el vicepresidente Dr. Carlos Freile Zaldumbide, el vicepresidente alterno Dr. Abelardo Moncayo, el ministro del interior Rafael Gómez de la Torre, el ministro de hacienda Tomás Gallardo, el encargado de negocios de Francia Hipólito Franco, el Cónsul de Venezuela Manuel Jijón Larrea, el intendente de Policía de Pichincha Daniel Rodríguez, el delegado del Concejo Municipal de Quito Daniel Burbano de Lara, el Rector de la Universidad, Central Ignacio Gándara; los profesores de la Facultad de Medicina, Dr. Lino Cárdenas, Decano, Rafael Rodríguez, Manuel María Casares, Manuel María Almeida, Guillermo Ordóñez, Juan Antonio López y Luis Leoro.
Los restos se hallaban en una caja cuadrangular, deteriorada por el paso del tiempo. Fuera del cajón se encontró un vestido negro de mujer, fragmentos de bala y tablas. Se sacaron las piezas del esqueleto y los siguientes: una bata de niño, una camisa de niño, la parte delantera de otro vestido de niño y los que se encontraron también los siguientes: un cráneo con partes de huesos de la cara y cuya región temporal llamó la atención de los circundantes y de manera inmediata por perforación que en ella se descubrió, un maxilar inferior un puño y esternón, dos clavículas 19 vértebras, muchos fragmentos de costilla, una del sacro, dos fragmentos de omóplatos, dos húmeros, dos radios, dos cúbitos, algún hueso de las manos, dos huesos ilíacos destruidas, dos fémures, dos peronés, una rótula, dos calcáneos, algunos más de los pies.
Todas las piezas y vestidos, el cajón y la tierra fueron entregados al intendente de Policía para su custodia.
Al día siguiente, convocados a sesión extraordinaria en la Facultad de Ciencias Médicas, a la una de la tarde se hallaban presentes el Decano de la Facultad doctor Lino Cárdenas y los doctores Asencio Gándara, Rafael Rodríguez Maldonado, Manuel María Casares, Guillermo Ordóñez, Ricardo Ortiz Luis Felipe Leoro, Joaquín Ontaneda, Aparicio Batallas y Daniel Burbano de Lara, secretario de la Facultad, además los ministros de Estado y más autoridades.
Se procedió con las formalidades legales a abrir la caja y a estudiar detenidamente las partes óseas.
Se llegó a las siguientes conclusiones: “todos los huesos pertenecen a un solo individuo del sexo masculino. Por el examen de las suturas craneales, la configuración de los huesos, la soldadura de las piezas del esternón y caracteres del maxilar inferior, el esqueleto pertenece a una persona de una estatura de un metro sesenta y ocho, a un metro setenta. Se cree que perteneció a un individuo de 35 a 40 años de edad".
Por los caracteres de la lesión en la región temporal derecha, esta debió ser producida por un proyectil esférico de arma de fuego que perforó el cráneo en la dirección de una tangente que, una vez destruidas las partes blandas, dio lugar a la perforación indicada.
Por los cabellos encontrados por su longitud diferente, pertenecen, a dos personas distintas y esto se corrobora por las prendas de vestir de niños encontrados.
La perfecta conformidad que guardan las lesiones del cráneo, con desgarraduras que se encuentran en el sombrero que llevaba la víctima el día del horroroso crimen y la particularidad de la configuración de la cabeza, y la particularidad de la configuración de la cabeza particularidades que resulta mejor comparadas con el perfil trazado en los retratos auténticos del Gran Mariscal.
Las lesiones encontradas en el antebrazo derecho que bien pudieron ser consecuencia del atentado cometido en Chuquisaca, Bolivia, cuando ejercía la presidencia de dicha nación, el 18 de abril de 1828, con lo cual la Facultad de Medicina de la Universidad Central cree que está comprobada la identidad de los restos del Mariscal de Ayacucho que se hallaban secretamente guardadas en el Carmen Moderno. Firmado en el acta respectiva.
El gobierno designó una comisión para rendir un gran homenaje el 24 de mayo y el 4 de junio de dicho año, comisión que se hallaba integrada en la siguiente forma: Por el Concejo Municipal de Quito, D. Daniel Burbano de Lara y Dr. Luis Eduardo Bueno. Por el ejecutivo Dr. Manuel Benigno Cueva, presidente de la cámara del senado, Dr. Carlos R. Tobar, comandante Delfín b. Treviño, Quintiliano Sánchez, Manuel Jijón Larrea, Jenaro Larrea y Julio Andrade. A esta comisión encargada en formular el programa de los actos se agregó posteriormente los señores Juan Murillo, Carlos Monteverde, José Fernández Madrid, Luis Napoleón Dillon, Dr. Alejandro Melo, Julio Jácome Ortega, Dr. Francisco Andrade Marín, Dr. Maximiliano Ontaneda, Juan Ignacio Pareja, Juan José Narváez y Manuel Jijón Ascázubi y Miguel Ángel Albornoz.
De esta conmemoración, se ha guardado el recuerdo de las honras fúnebres, efectuadas con gran solemnidad en la Catedral Metropolitana, en la que se pronunció una oración fúnebre el Monseñor Federico González Suárez.
Esta elocuente oración fúnebre se ha insertado en el tomo de oradores publicado por la colección Ariel, además en varias publicaciones, el Boletín Eclesiástico.
El descubrimiento de los restos del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, se debe al afamado médico Dr. Alejandro San Miguel Melo Montúfar. Es el caso que como facultativo atendió siempre a la señora Rosario Rivadeneira, la que perteneció a la servidumbre de la marquesa de Solanda, esposa del Gran Mariscal. Por esta circunstancia, muy feliz, por cierto, conoció que los restos del Mariscal se conservaban ocultos bajo el altar mayor del Carmen Bajo. Con gran interés y fervor patriótico se dedicó a establecer la verdad y la autenticidad de este secreto y de los restos, según nos ha manifestado el Dr. José Montero Carrión, autor de una importante obra, los Maestros del Ayer y Hoy en Medicina Ecuatoriana.
Crédito de la foto: INPC
No hay comentarios:
Publicar un comentario