lunes, 9 de diciembre de 2024

Los Petitos, dos conocidos músicos quiteños


Esta es otra crónica de personajes inéditos de Quito de hace varias décadas atrás. Digo inéditos porque en la actualidad nadie se acuerda de ellos. En ninguna reseña periodística o libro aparecen. He buscado si hay registros sobre esta agrupación llamada Los Petitos y es imposible. Generalmente, al hablar de música quiteña, a todos se nos viene a la cabeza el dúo Benítez y Valencia, entre otros artistas. Pero Los Petitos son casi desconocidos en nuestra cultura popular. Nadie los recuerda. Por eso me parece importantísimo rescatar esta crónica de Bolívar Bravo Arauz. No dejaré que sus relatos se pierdan porque son la historia viva de esta bella ciudad. 

Foto: Es una imagen (póster-postal) que compré a un comerciante autónomo. Se trata de la esquina entre las calles Espejo que antes se llamaba Bolivia y Venezuela. Es el sitio en donde se ubica el Palacio Municipal, frente a la Catedral y la Plaza Grande. En la postal se indica que la imagen corresponde a 1867, pero en realidad sería de 1892 hacia adelante. Gracias a Luis Azuero por la observación. Miren cómo eran los acabados del antiguo edificio y el ambiente de la ciudad. Algún día, en mi libro, publicaré la reseña histórica de lo que fue el antiguo Palacio Municipal y cómo se desarrollaban las actividades alrededor de ese inmueble.

Los Petitos, dos conocidos músicos quiteños

Por Bolívar Bravo Arauz para El Comercio

Hace algunos años en Quito no se conocía otro nombre que el de Petitos, admirados y respetados músicos quiteños que dejaron grabada la huella de su paso por la vida. Estos dos artistas estuvieron siempre vestidos de negro. Decían que llevaban el luto por su mamacita. Cuando entraban a  una cafetería decían que querían solo café negro, en agua o con agua, porque estaban de luto. Y por eso llevaban hasta las uñas con unas cintas negras.

Su casa estaba situada en la calle Guayaquil junto a la antigua Casa López, intersección con la Espejo, hoy la afamada casa de Carlos Becdach. Pero además tenían una propiedad en Guápulo, a donde iban a pasar una temporada verano. Para viajar allá daban partes a sus relacionados, era tanta su etiqueta social.

El mayor de los Petitos era Reinaldo Suárez Córdova el hombre representativo de la familia. Usaba coco, leva chaqueta con leontina y reloj de bolsillo. Zapatos de charol, chaleco y pantalón de fantasía. El menor usaba sombrero negro de fieltro y en esto se distinguía de su hermano mayor. Los sombreros no les faltaban nunca lo mismo que bastón. Los cuellos, la pechera y los puños siempre tiesos, bien almidonados. El menor usaba zapatos de resorte, sin bastón.

Decía Petito mayor, el hombre de la etiqueta que los estudios musicales los había hecho en Colombia, por eso su adoración al bambuco. Pero también gusta de los pasillos. Tocaba el piano. Su hermano menor tocaba el órgano y era músico de la Capilla Mayor.

A don Reinaldo le veíamos dirigiendo los coros de las escuelas fiscales de Quito. Con gran garbo decía “Soy el Inspector General de Música de la República”.

No tomaba ni fumaba, tampoco tenía amores con mujeres , y decía “eso hago para conservar mi voz”

Parece que no dejaron descendencia.

Además don Petito era un ferviente bolivariano. En la inauguración del monumento al Libertador Bolívar, en 1934, lo vimos dirigiendo el conjunto coral para el Himno de la Sociedad con su invariable batuta, junto a don Carlos Ibarra, Dr. Francisco Chiriboga Bustamante, don Emilio García Silva. No podía faltar el bolivariano de corazón, general Ángel Isaac Chiriboga Navarro.

Han pasado los tiempos. Y hoy la juventud si ha visto pasear por las calles a la Torera. De ella dijo el Gonzalo Aguinaga:

Torera, le gritaban los muchachos
Torera le gritaban todos
y esconden la cabeza tras la risa
sin saber que está subiendo a las estrellas.
        Y así como Diógenes buscaba un hombre con la lámpara encendida
        si a la vuelta de la esquina de San Roque, San Juan o San Diego
        a la Torera le preguntamos qué hacer?
        Nos dirá en susurros, busco el cielo.

La Torera hace alarde de riqueza y de nobleza. Va por las calles quiteñas siempre con su sombrilla y su cara risueña. Un día fue mascota de desfile bufo. Pero ha terminado en el Asilo de Ancianos. Una figura quiteña.

SERGIO MEJIA AGUIRRE

Poeta, músico, dramaturgo, fotógrafo, enamorado. Sergio Mejía Aguirre fue hijo del Sr. David Mejía y de la Sra. Eleodora Aguirre. Hizo sus estudios en la Escuela de San Blas de los Hermanos Cristiano y luego pasó Conservatorio de Música donde tuvo a maestros como Sixto María Durán y Francisco Salgado. Aprendió a tocar bandoneón, mandolina, guitarra y piano.

Luego se constituye en un artista de gran inspiración. Escribe buena música como pasillos, pasodobles, y valses enriqueciendo la producción musical nacional.

El pasillo que le ha inmortalizado es Negra Mala, música y letra propia del autor. Luego escribió Rubia Buena. Entre sus producciones podemos citar: Princesita, Morena, Mi Ultimo Cielo, Mi María.

Pasodobles como Patria Mía, Oriente Ecuatoriano, Triunfo, Himno a Bolívar. Otras piezas son: Long Rosa, guambra Ingrata, Chilpe Anaco, Calzón. Fue fotógrafo del diario El Comercio.

Como poeta compuso versos a Sucre, Bolívar, Eugenio Espejo y el drama “Mendigo de Amor” que fue llevado a la escena. Fue también orador.

Como poeta escribió Elegía Mundana, versos de carácter amatorio. Entresacamos este verso:

Cansado estoy de todo y lo confieso ahora,
Que mis labios resecos de besar
guardan datos secretos de pasión turbadora
y se cierran, por fin a descansar.
        Poeta dramaturgo, fotógrafo y mundano, 
Que mezcla de aptitudes y a granel
        la lira, la vigueta, la Kodak y el piano
y a la vez oro puro, a veces oropel.

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