lunes, 18 de noviembre de 2024

Reportajes populares de Quito

 





De la Sección del Recuerdo de Diario El Comercio de Quito, en la que mi abuelo Bolívar Bravo Arauz colaboró por décadas. Esta crónica iba a formar parte del libro inédito 'Quito Antiguo y Moderno' que jamás fue publicado e iba a ser la continuación del célebre texto 'Quito Monumental y Pintoresco'. Cuenta las historias de personajes quiteños que jamás han sido mencionados en los libros u otros espacios de difusión cultural. Se trata de información diferente y relevante para conocer la historia de la capital. 

REPORTAJES POPULARES DE QUITO

Por Bolívar Bravo Arauz para El Comercio

La bella y querida ciudad de Quito, relicario de arte en América, Patrimonio Cultural de la Humanidad, registra en sus páginas, con cariño y veneración a célebres personajes. Asimismo cuenta con figuras populares que dejaron una estela de recuerdos. 

¿Quién no ha celebrado en estos últimos años, las ocurrencias, el chiste, el donaire del terrible Martínez, del sordo piedra y de otros igualmente famosos que forman la galería de los alegres y picarescos quiteños de pura cepa?

Muchos de ellos han pasado a la eternidad. He aquí algunos de ellos. 

EL SAHUMERIO, ANTONIO PEÑA

Por las empedradas calles quiteñas, se deslizaba hace algunos años, sahumerio Antonio Peña, con sus dos pies torcidos, cruzados al andar. 

Sahumerio, el popular pregonero, se situaba en las puertas de las escribanías, situadas en otros tiempos, en el Palacio de Justicia, en la calle Chile y con voz estentórea, pregonaba, se... rrremata, a la una, a las dos, a las tres y se producía el remate. 

A todos saludaba, diciendo: "Buenos días, patroncito, una ayudita para mis hijos, para mi familia, una ayudita. A veces andaba de rodillas, pues tenía unas rodillas de cuero. Anunciaba y vendía también el sahumerio. Luego puso una tienda en El Toril, donde era amable con todos. 

Era buscado y requerido como pregonero en los juzgados, en la Alcaldía Municipal, en todas partes en donde había algo que rematar. 

JUAN O JUANA

En los anales de la franciscana ciudad todavía se recuerda a Juan o Juana. Los que pasan del medio siglo recuerdan su simpática figura. Vestía terno sastre de mujer. En 1906, año de recordaciones, vivía en el barrio de Chimbacalle. Era chistosa, atenta, culta. Nadie sabía su sexo ni su identidad. 

Pronto dejó de vestir de mujer, luego de cursar por el colegio e ingresar a la universidad. Se enamoró de una simpática muchacha y le propuso matrimonio. Tuvo que hacerlo. Así se reveló que su nombre era Víctor Jijón. 

Para casarse, dejó la indumentaria de mujer, así lo criaron. Las monjitas de San Diego le dieron un flamante terno de hombre y así se casó. Fue su madrina la señora Angela Casares, compañera en los ejercicios espirituales de San Diego. El padre Toribio López, franciscano español, le consiguió trabajo en Ambato. Luego regresó a Quito, compró una casita y tuvo un hijo que se hizo profesional distinguido. 

DON PABLO RODRÍGUEZ

Don Pablo Rodríguez era una respetable figura quiteña. Dependiente de por vida, trabajaba en la consignación de alfeñiques y raspaduras de doña Francisca Andrade Ruales, en la plazuela de La Merced, esquina donde hoy se levanta el Teatro Granada. El vecino Rodríguez como hombre antiguo de bien y buen cristiano, llevaba las cuentas de los alfeñiques con mucha escrupulosidad que eran conocidos con el nombre de Quisaguas, porque vienen de la hacienda Quisagua de los padres de La Merced. 

El valor era de cinco centavos por atado, conteniendo cuatro unidades, envuelto en una hoja de caña de azúcar. 

Se cuenta que don Pablito fue el iniciador del reparto del pan de San Antonio en la Iglesia de Cantuña. Recibían los niños, según tradición de la época, tres panecillos luego de haber rechazado el bendito por tres veces. 

CHULLA ABRAHAM, DAME MEDIO PARA PAN 

En las polvorientas calles de Quito, aún no había pavimentación, se oían los gritos de los muchachos: Chulla Abraham, dame medio para pan.

Abraham Espinosa era un hombre bueno de oficio pintor. 

El grito de Chulla Abraham, se debió al cambio de indumentaria. Empezó a vestir como los chullas quiteños. Era de carácter alegre, bonachón y fuerte de contextura. No se fastidiaba ante los gritos de la muchachada. 

Un día se enfermó y fue al viejo hospital donde murió, tenía pulmonía. Al enterarse, consternados los circunstantes, no faltó quien dijera:  Buen Abraham, pedirás a Dios que no me falte el pan. Abraham, acordaraste de una fiel esposa a quien nunca le faltaste un pan.

DON MANUEL MARTÍNEZ, EL TAZÓN 

Don Manuel Martínez, vulgarmente conocido con el nombre de El Tazón, era dueño de una tienda de abarrotes, bien provista, en la Plaza de San Francisco. En aquellos dichosos tiempos, no había ENPROVIT (Empresa Nacional de Productos Vitales) ni nada parecido. No se había inventado tantos servicios y sólo se encontraban los abaceros populares de buena fe. 

Hemos dicho que Manuel Martínez tenía en su tienda en la calle Sucre, casa de la familia Espinosa, esquina de la Grada Larga. Vendía barato y con peso legal. Se confesaba con el Padre Diego, español y franciscano. 

Tanía buena clientela, pero lo interesante de nuestro relato es que don Manuel tenía una lora fina, la que permanecía todo el santo día en un palo a la entrada de la tienda. 

En poco tiempo, la lora aprendió todo y conocía a la famosa clientela. Así anunciaba la llegada de los compradores diciendo: Ya llega la Rafaela, la coconera; ya viene la Rosa; ya pasa la Rosario, la tramposa. Ya viene el Dr. Agucho cargado; ya viene el shungo negro con los zapatos. Manuel Martínez, te va diciendo el tazón.   

Cundía entonces el regocijo, pero eran terribles las iras de don Rafael al oír que le decían Tazón. 
Entrado en años y luego de una vida larga y honrada, murió este querido comerciante, para hacer mucha falta, sobre todo si se tiene en cuenta estos calamitosos tiempos de especulación y miseria. 

LA PRÓXIMA SEMANA LEA: MUJERES LUCHADORAS Y VALIENTES DE QUITO (Diario EL COMERCIO)

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