lunes, 25 de noviembre de 2024

Mujeres luchadoras de Quito


Esta crónica de Bolívar Bravo Arauz se titula Mujeres luchadoras de Quito y hace referencia a ilustres damas quiteñas. También recuerda las interesantes anécdotas del general Leonidas Plaza Gutiérrez, expresidente del Ecuador. Les invito a disfrutarla. 

Mujeres luchadoras de Quito 

Por Bolívar Bravo Arauz para El Comercio 

Quito, risueña y gentil, noble y acogedora, registra en sus anales la historia y la leyenda de mujeres de singular belleza, talento y heroísmo, en las cruentas luchas de la emancipación. Manuelita Sáenz, nacida en Quito, a principios de 1797, de hidalga cuna, se constituye en compañera de lucha libertaria de Simón Bolívar, el padre de la patria, el hijo de la gloria y el espíritu de la libertad y se constituye en la libertadora del libertador, luego de tenebrosa y oscura noche septembrina. Es su adorable Manuela, la divina loca. 

Próspero Pereira Gamba dice de Manuelita Sáenz: era una de las damas más hermosas que recuerde haber visto en mi tiempo. De rostro color perla, ligeramente ovalado, de facciones salientes, todas bellas: ojos arrebatadores y amplia cabellera suelta. Sobre todo, se distinguió por su adhesión y amor a toda prueba. Para conocer mejor a Manuela hay que deleitarse leyendo a sus ilustres biógrafos: Alfonso Rumazo González, Raquel Verdesoto de Romo Dávila y Ricardo Álvarez. Cuantas emociones y recuerdos de Bogotá, en Lima, en los campos de batalla y más páginas de las luchas de la emancipación americana. 

La otra gentil figura es la de Marieta de Veintimilla, que se distinguió comandando los batallones del capitán general Ignacio de Veintimilla, en la lucha cívica que emprendió el Ecuador, llamada la restauración, que se trataba, cabalmente, de restaurar en el país, los principios de la ley, de la libertad y la justicia que habían sido conculcados por un gobernante ambicioso y arbitrario. 

Su bella sobrina, Marieta, luchó con singular denuedo. Era inteligente, valiente. Esta tremenda guerra civil duró más de seis meses. Al ser derrotado y salir en fuga el dictador, cometió el último saqueo, 200.000 pesos al Banco del Ecuador, de Guayaquil. Muerto en 1908, sus restos olvidados reposan en la Capilla de las Almas la Catedral de Quito. 

LA CARIFO

Adviene el gobierno liberal. Cuando las tropas del general Eloy Alfaro hacían su entrada triunfal en esta capital. Luego de la Batalla de Chasqui, llamó la atención al pueblo quiteño ver a una mujer al frente de un pelotón, ceñida la espalda y con las cartucheras de la cintura y portando un fusil marcando paso. 

Era una auténtica alfarista y había ganado las presillas en justa lid. ¿Quién era esta valiente mujer, émula de Manuela Sáenz y Marieta de Veintimilla? Era una valiente mujer salida de la entraña popular. 

Era Amalia Carifo. Llegó a ser sargento 1° del Ejército del Ecuador. Esta valiente mujer, de simpático rostro, blanca y rubia, fue casi una heroína. Nativa de la parroquia del Quinche, tenía muchas cualidades. Se cuenta que era muy hábil para las labores de mano, muy buena bordadora y además de conversación fluida y agradable. Mujer de campaña. Fatalmente, sufrió enajenación mental y fue llevada a un manicomio. En los momentos de lucidez, su grito de guerra era: ¡Viva Alfaro!

El pueblo quiteño extrañaba no verla desfilar en las paradas militares. Cuando murió, el general Alfaro ordenó que le rindieran los honores correspondientes a su grado y durante su enfermedad se le entregaba pensión militar. Tal era la nobleza y generosidad del viejo luchador. 

TAMBIÉN HUBO UN SECUESTRO  

Se ha dicho que Quito era una ciudad conventual y esto era verdad. Las noches eran frías y silenciosas. Así eran en la colonia y siguió en la República. 

En esta urbe tranquila, vivía doña Marta Jarrín, la que era conocida con el gracioso sobrenombre de la Marica de Palo. Tenía un establecimiento público en la calle Mejía, entre Venezuela y García  Moreno, lugar céntrico. 

Allí se expendían buenos licores: el afamado coñac Gallito, el mallorca de Guayaquil, el Barahona, tan célebre y renombrado antes de la aparición del Flores de Barril, el anís del Mono, buenos picantes, ricas empanadas y otros menjurjes matizados con picante ají. 

Los chullas quiteños acudían allá y frecuentaban mucho este establecimiento, pues en aquellos dichos tiempos no funcionaba la Cueva del Oso, ni el jardín de Verano, ni el de Invierno y claro, su afán era servirse los buenos picantes, saborear los exquisitos licores y sobre todo, para ver y admirar a la Marica de Palo, llamada así, porque era alta, erguida como un palo, guapa y de mucho garbo al andar, de mucho donaire y llena de dichos y decires, bromas y gracias, propias de la afamada sal quiteña. 

Lo recordado y célebre consiste en que el general Plaza Gutiérrez, de trato fino y exquisito, franco y campechano, en su primera administración y cuando aún era soltero (1901) era un amigo de la juerga, bastante divertido. Concurría a la tienda de Mariquita y allí, tomaba unos coñaquitos con sus amigos y bromas van y bromas vienen y seguía el buen humor. 

Una noche quiteña, de luna, fría como son las noches de este Quito hermoso, ciudad para vivir, Patrimonio Cultural de la Humanidad, el general había concurrido. Aprovechó Mariquita, lo hizo descuidar y le puso candado al presidente, mejor dicho, le secuestró, como sucede en los tiempos actuales. 

Grande fue el regocijo de la ciudad al conocer al día siguiente la broma, pues esta se regó como pólvora. Así era la vida en una ciudad pequeña y chismosa. Lo curioso es que el día siguiente, al mediodía, se le abría la puerta para que concurriera al despacho presidencial. 

Una revista humorística de la época publicó un verso que decía: "Dicen que el general Plaza Gutiérrez

No es un hombre malo 

Y siendo Presidente de la República

Se ha enamorado de la Marica de Palo"

¡Ja, ja!

Soltero de la época 

  





jueves, 21 de noviembre de 2024

¿En qué piensa don Evaristo en medio de los apagones?

Foto: Diego Bravo C. Tomada en la Plaza del Teatro, en el Centro Histórico de Quito, la noche del sábado 16 de noviembre de 2024.  

lunes, 18 de noviembre de 2024

Reportajes populares de Quito

 





De la Sección del Recuerdo de Diario El Comercio de Quito, en la que mi abuelo Bolívar Bravo Arauz colaboró por décadas. Esta crónica iba a formar parte del libro inédito 'Quito Antiguo y Moderno' que jamás fue publicado e iba a ser la continuación del célebre texto 'Quito Monumental y Pintoresco'. Cuenta las historias de personajes quiteños que jamás han sido mencionados en los libros u otros espacios de difusión cultural. Se trata de información diferente y relevante para conocer la historia de la capital. 

REPORTAJES POPULARES DE QUITO

Por Bolívar Bravo Arauz para El Comercio

La bella y querida ciudad de Quito, relicario de arte en América, Patrimonio Cultural de la Humanidad, registra en sus páginas, con cariño y veneración a célebres personajes. Asimismo cuenta con figuras populares que dejaron una estela de recuerdos. 

¿Quién no ha celebrado en estos últimos años, las ocurrencias, el chiste, el donaire del terrible Martínez, del sordo piedra y de otros igualmente famosos que forman la galería de los alegres y picarescos quiteños de pura cepa?

Muchos de ellos han pasado a la eternidad. He aquí algunos de ellos. 

EL SAHUMERIO, ANTONIO PEÑA

Por las empedradas calles quiteñas, se deslizaba hace algunos años, sahumerio Antonio Peña, con sus dos pies torcidos, cruzados al andar. 

Sahumerio, el popular pregonero, se situaba en las puertas de las escribanías, situadas en otros tiempos, en el Palacio de Justicia, en la calle Chile y con voz estentórea, pregonaba, se... rrremata, a la una, a las dos, a las tres y se producía el remate. 

A todos saludaba, diciendo: "Buenos días, patroncito, una ayudita para mis hijos, para mi familia, una ayudita. A veces andaba de rodillas, pues tenía unas rodillas de cuero. Anunciaba y vendía también el sahumerio. Luego puso una tienda en El Toril, donde era amable con todos. 

Era buscado y requerido como pregonero en los juzgados, en la Alcaldía Municipal, en todas partes en donde había algo que rematar. 

JUAN O JUANA

En los anales de la franciscana ciudad todavía se recuerda a Juan o Juana. Los que pasan del medio siglo recuerdan su simpática figura. Vestía terno sastre de mujer. En 1906, año de recordaciones, vivía en el barrio de Chimbacalle. Era chistosa, atenta, culta. Nadie sabía su sexo ni su identidad. 

Pronto dejó de vestir de mujer, luego de cursar por el colegio e ingresar a la universidad. Se enamoró de una simpática muchacha y le propuso matrimonio. Tuvo que hacerlo. Así se reveló que su nombre era Víctor Jijón. 

Para casarse, dejó la indumentaria de mujer, así lo criaron. Las monjitas de San Diego le dieron un flamante terno de hombre y así se casó. Fue su madrina la señora Angela Casares, compañera en los ejercicios espirituales de San Diego. El padre Toribio López, franciscano español, le consiguió trabajo en Ambato. Luego regresó a Quito, compró una casita y tuvo un hijo que se hizo profesional distinguido. 

DON PABLO RODRÍGUEZ

Don Pablo Rodríguez era una respetable figura quiteña. Dependiente de por vida, trabajaba en la consignación de alfeñiques y raspaduras de doña Francisca Andrade Ruales, en la plazuela de La Merced, esquina donde hoy se levanta el Teatro Granada. El vecino Rodríguez como hombre antiguo de bien y buen cristiano, llevaba las cuentas de los alfeñiques con mucha escrupulosidad que eran conocidos con el nombre de Quisaguas, porque vienen de la hacienda Quisagua de los padres de La Merced. 

El valor era de cinco centavos por atado, conteniendo cuatro unidades, envuelto en una hoja de caña de azúcar. 

Se cuenta que don Pablito fue el iniciador del reparto del pan de San Antonio en la Iglesia de Cantuña. Recibían los niños, según tradición de la época, tres panecillos luego de haber rechazado el bendito por tres veces. 

CHULLA ABRAHAM, DAME MEDIO PARA PAN 

En las polvorientas calles de Quito, aún no había pavimentación, se oían los gritos de los muchachos: Chulla Abraham, dame medio para pan.

Abraham Espinosa era un hombre bueno de oficio pintor. 

El grito de Chulla Abraham, se debió al cambio de indumentaria. Empezó a vestir como los chullas quiteños. Era de carácter alegre, bonachón y fuerte de contextura. No se fastidiaba ante los gritos de la muchachada. 

Un día se enfermó y fue al viejo hospital donde murió, tenía pulmonía. Al enterarse, consternados los circunstantes, no faltó quien dijera:  Buen Abraham, pedirás a Dios que no me falte el pan. Abraham, acordaraste de una fiel esposa a quien nunca le faltaste un pan.

DON MANUEL MARTÍNEZ, EL TAZÓN 

Don Manuel Martínez, vulgarmente conocido con el nombre de El Tazón, era dueño de una tienda de abarrotes, bien provista, en la Plaza de San Francisco. En aquellos dichosos tiempos, no había ENPROVIT (Empresa Nacional de Productos Vitales) ni nada parecido. No se había inventado tantos servicios y sólo se encontraban los abaceros populares de buena fe. 

Hemos dicho que Manuel Martínez tenía en su tienda en la calle Sucre, casa de la familia Espinosa, esquina de la Grada Larga. Vendía barato y con peso legal. Se confesaba con el Padre Diego, español y franciscano. 

Tanía buena clientela, pero lo interesante de nuestro relato es que don Manuel tenía una lora fina, la que permanecía todo el santo día en un palo a la entrada de la tienda. 

En poco tiempo, la lora aprendió todo y conocía a la famosa clientela. Así anunciaba la llegada de los compradores diciendo: Ya llega la Rafaela, la coconera; ya viene la Rosa; ya pasa la Rosario, la tramposa. Ya viene el Dr. Agucho cargado; ya viene el shungo negro con los zapatos. Manuel Martínez, te va diciendo el tazón.   

Cundía entonces el regocijo, pero eran terribles las iras de don Rafael al oír que le decían Tazón. 
Entrado en años y luego de una vida larga y honrada, murió este querido comerciante, para hacer mucha falta, sobre todo si se tiene en cuenta estos calamitosos tiempos de especulación y miseria. 

LA PRÓXIMA SEMANA LEA: MUJERES LUCHADORAS Y VALIENTES DE QUITO (Diario EL COMERCIO)

lunes, 11 de noviembre de 2024

Extranjeros queridos en Quito

 

Vista panorámica del Casco Colonial.

A lo largo de los últimos seis años, me he dedicado a recorrer las hemerotecas y bibliotecas buscando fotos e información relacionadas a Quito. En medio de esas jornadas investigativas en las que revisé cientos de libros y periódicos encontré las crónicas de mi abuelo, Bolívar Bravo Arauz, quien fue un destacado periodista y docente en los años 50, 60 y 70. Las fui recopilando hasta lograr tener más de 25 publicaciones que hizo en Diario EL COMERCIO.

Estas crónicas deberían formar parte de su segundo libro, el cual iba a ser la continuación del primero que se llamó Quito Monumental y Pintoresco (1965). Por cuestiones de la vida, la segunda obra nunca fue publicada. A continuación, la primera crónica de la serie que iré publicando poco a poco en este blog. 


EXTRANJEROS QUERIDOS EN QUITO 

Por Bolívar Bravo A. para EL COMERCIO


Refieren los quiteños antiguos que a fines del siglo pasado, un poco antes de la transformación de 1895, arribaron a Quito tres "gringos" que dejaron una magnífica huella por su iniciativa  y trabajo. Venían de la vieja Europa a Quito, ciudad hospitalaria y de noble abolengo. Estos tres gringos eran Pablo Charpantier, Ludovico Sedestrom y H. Carager. 

EL SEÑOR CHARPANTIER.- Inició sus actividades este simpático y gentil caballero francés que venía de París, centro de atracción mundial en el negocio de hoteles y estableció el famoso Hotel París, decano de los hoteles de Quito, el que estuvo ubicado en las calles García Moreno y Mejía. Al frente tenía su casa el caballero quiteño con Alfonso Barba, casa en la que funcionó en 1925, en la transformación juliana, el Ministerio de Previsión Social y Trabajo, creado como producto de la Revolución debido a la formidable visión de Luis Napoleón Dillon.

El Hotel París recibía a los pasajeros que llegaban a Quito y eran atendidos ofreciéndoles confort. Además, el buen Charpantier ofrecía un restaurante de primera clase, en donde se servían magníficos almuerzos a cincuenta centavos el cubierto. Si era extra, se pagaba un sucre, veinte centavos. 

Se preparaban carnes especiales y un buen vaso de vino que nos hacían recordar al Salón Normandy de Boulavert, fallecido hace poco y en el que se leía un rótulo que decía: Un almuerzo sin vino es como un día sin sol. 

LAS FAMOSAS PALANQUETAS

Se ha repetido: Recordar es vivir y el poeta de  las coplas don Jorge Manrique afirma: Cualquier pasado fue mejor. Y así es.

Hombre de trabajo, Charpantier amplió los servicios con panadería y pastelería, trabajando pan de primera clase, el pan briollo y las sabrosas palanquetas llamadas palanquetas Charpantier.

Las palanquetas tenían general consumo. A las cinco de la mañana abría las puertas y comenzaba la venta. En las cafeterías de la época se ofrecía el café con las palanquetas y mantequilla o nata. Las palanquetas valían diez centavos. 

A las tres de la tarde vendían las pastas que eran exquisitas, pasteles, bizcochuelos y quesadillas. Habían los aplanchados, cuatro por medio o sea cinco centavos. Se vendían también besitos, veinte por medio. 

Para los onomásticos se vendían budines con letras adornados para felicitar a los santos. Costaban de cinco sucres en adelante. Vendía caramelos que eran cilíndricos y que eran de diferentes colores y sabores y costaban tres por medio. 

Al frente de la panadería y pastelería estaba míster Adolfo, célebre panadero alemán. Era además un gran pastelero. Trabajaban varios nacionales que aprendieron el oficio, como Antonio Rivas, muy conocido. 

Posteriormente a su muerte se instalaron en Quito buenas panaderías y pastelerías  como La Vienesa, La Royal, La Chilena, Moderna u otras y hoy la Cyrano. 

Esa de Charpantier fue la primera. Cabe recordar que frente al Hotel París tenía su casa o mansión don José María Lasso. A esta caso llegaron en 1863 los primeros Hermanos Cristianos traídos por el Presidente Gabriel García Moreno, en donde funcionó el Ministerio de Educación desde 1933. 

Se cuenta que el gringo Adolfo vivía muy contento en Quito. Ganaba sesenta sucres mensuales y era un gran sueldo entonces. Charpantier era de grandes iniciativas. Su nombre es muy grato y fue el maestro de panaderos, pasteleros, saloneros y carameleros. Era muy trabajador. 

Era de alta estatura, usaba gorra y su modo habitual era de andar era con las manos hacia atrás.

Tenía amistad con muchos personajes quiteños y entre ellos don José María Lasso.

Charpantier poseía una quinta en Guápulo. De allí traía legumbres al Hotel. Fue el primero en sembrar los tomates de riñón. 

Ocupando la Presidencia de la República el General Plaza, a las cuatro de la tarde iba a tomar infaltablemente el té en en el Hotel París. Al frente estaba la casa de su novia doña Avelina, madre de los señores Galo, José María, Leonidas y sus hermanas.    

LA PRÓXIMA SEMANA LEA: REPORTAJES POPULARES DE QUITO (Diario EL COMERCIO)