Esta crónica de Bolívar Bravo Arauz se titula Mujeres luchadoras de Quito y hace referencia a ilustres damas quiteñas. También recuerda las interesantes anécdotas del general Leonidas Plaza Gutiérrez, expresidente del Ecuador. Les invito a disfrutarla.
Mujeres luchadoras de Quito
Por Bolívar Bravo Arauz para El Comercio
Quito, risueña y gentil, noble y acogedora, registra en sus anales la historia y la leyenda de mujeres de singular belleza, talento y heroísmo, en las cruentas luchas de la emancipación. Manuelita Sáenz, nacida en Quito, a principios de 1797, de hidalga cuna, se constituye en compañera de lucha libertaria de Simón Bolívar, el padre de la patria, el hijo de la gloria y el espíritu de la libertad y se constituye en la libertadora del libertador, luego de tenebrosa y oscura noche septembrina. Es su adorable Manuela, la divina loca.
Próspero Pereira Gamba dice de Manuelita Sáenz: era una de las damas más hermosas que recuerde haber visto en mi tiempo. De rostro color perla, ligeramente ovalado, de facciones salientes, todas bellas: ojos arrebatadores y amplia cabellera suelta. Sobre todo, se distinguió por su adhesión y amor a toda prueba. Para conocer mejor a Manuela hay que deleitarse leyendo a sus ilustres biógrafos: Alfonso Rumazo González, Raquel Verdesoto de Romo Dávila y Ricardo Álvarez. Cuantas emociones y recuerdos de Bogotá, en Lima, en los campos de batalla y más páginas de las luchas de la emancipación americana.
La otra gentil figura es la de Marieta de Veintimilla, que se distinguió comandando los batallones del capitán general Ignacio de Veintimilla, en la lucha cívica que emprendió el Ecuador, llamada la restauración, que se trataba, cabalmente, de restaurar en el país, los principios de la ley, de la libertad y la justicia que habían sido conculcados por un gobernante ambicioso y arbitrario.
Su bella sobrina, Marieta, luchó con singular denuedo. Era inteligente, valiente. Esta tremenda guerra civil duró más de seis meses. Al ser derrotado y salir en fuga el dictador, cometió el último saqueo, 200.000 pesos al Banco del Ecuador, de Guayaquil. Muerto en 1908, sus restos olvidados reposan en la Capilla de las Almas la Catedral de Quito.
LA CARIFO
Adviene el gobierno liberal. Cuando las tropas del general Eloy Alfaro hacían su entrada triunfal en esta capital. Luego de la Batalla de Chasqui, llamó la atención al pueblo quiteño ver a una mujer al frente de un pelotón, ceñida la espalda y con las cartucheras de la cintura y portando un fusil marcando paso.
Era una auténtica alfarista y había ganado las presillas en justa lid. ¿Quién era esta valiente mujer, émula de Manuela Sáenz y Marieta de Veintimilla? Era una valiente mujer salida de la entraña popular.
Era Amalia Carifo. Llegó a ser sargento 1° del Ejército del Ecuador. Esta valiente mujer, de simpático rostro, blanca y rubia, fue casi una heroína. Nativa de la parroquia del Quinche, tenía muchas cualidades. Se cuenta que era muy hábil para las labores de mano, muy buena bordadora y además de conversación fluida y agradable. Mujer de campaña. Fatalmente, sufrió enajenación mental y fue llevada a un manicomio. En los momentos de lucidez, su grito de guerra era: ¡Viva Alfaro!
El pueblo quiteño extrañaba no verla desfilar en las paradas militares. Cuando murió, el general Alfaro ordenó que le rindieran los honores correspondientes a su grado y durante su enfermedad se le entregaba pensión militar. Tal era la nobleza y generosidad del viejo luchador.
TAMBIÉN HUBO UN SECUESTRO
Se ha dicho que Quito era una ciudad conventual y esto era verdad. Las noches eran frías y silenciosas. Así eran en la colonia y siguió en la República.
En esta urbe tranquila, vivía doña Marta Jarrín, la que era conocida con el gracioso sobrenombre de la Marica de Palo. Tenía un establecimiento público en la calle Mejía, entre Venezuela y García Moreno, lugar céntrico.
Allí se expendían buenos licores: el afamado coñac Gallito, el mallorca de Guayaquil, el Barahona, tan célebre y renombrado antes de la aparición del Flores de Barril, el anís del Mono, buenos picantes, ricas empanadas y otros menjurjes matizados con picante ají.
Los chullas quiteños acudían allá y frecuentaban mucho este establecimiento, pues en aquellos dichos tiempos no funcionaba la Cueva del Oso, ni el jardín de Verano, ni el de Invierno y claro, su afán era servirse los buenos picantes, saborear los exquisitos licores y sobre todo, para ver y admirar a la Marica de Palo, llamada así, porque era alta, erguida como un palo, guapa y de mucho garbo al andar, de mucho donaire y llena de dichos y decires, bromas y gracias, propias de la afamada sal quiteña.
Lo recordado y célebre consiste en que el general Plaza Gutiérrez, de trato fino y exquisito, franco y campechano, en su primera administración y cuando aún era soltero (1901) era un amigo de la juerga, bastante divertido. Concurría a la tienda de Mariquita y allí, tomaba unos coñaquitos con sus amigos y bromas van y bromas vienen y seguía el buen humor.
Una noche quiteña, de luna, fría como son las noches de este Quito hermoso, ciudad para vivir, Patrimonio Cultural de la Humanidad, el general había concurrido. Aprovechó Mariquita, lo hizo descuidar y le puso candado al presidente, mejor dicho, le secuestró, como sucede en los tiempos actuales.
Grande fue el regocijo de la ciudad al conocer al día siguiente la broma, pues esta se regó como pólvora. Así era la vida en una ciudad pequeña y chismosa. Lo curioso es que el día siguiente, al mediodía, se le abría la puerta para que concurriera al despacho presidencial.
Una revista humorística de la época publicó un verso que decía: "Dicen que el general Plaza Gutiérrez
No es un hombre malo
Y siendo Presidente de la República
Se ha enamorado de la Marica de Palo"
¡Ja, ja!
Soltero de la época