lunes, 15 de julio de 2019

10 lugares tradicionales de Quito requieren intervención

La construcción de esta vivienda data de 1821. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO.

Diego Bravo C. 


De 1821 data la construcción de la vivienda en la intersección de las calles Loja y Quijano del barrio de San Sebastián, en el Centro HistóriDe 1821 data la construcción de la vivienda en la intersección de las calles Loja y Quijano del barrio de San Sebastián, en el Centro Histórico de Quito. En el siglo XX, allí funcionó la fábrica de licores Excélsior cuyas botellas tenían el membrete de ‘Mallorca Flores de Barril’ que hace más de 40 años se consumían de forma masiva en las fiestas. 


En la etiqueta se dibujaba a un niño sobre un tonel, por lo que a ese licor lo llamaban popularmente “el guagua montado”. Allí también se producía el coñac, cremas de menta y frutilla. La fábrica quebró y sus dueños liquidaron a sus trabajadores. Finalmente, ese predio pasó a manos del IESS y ahora es del Municipio de Quito.

Según datos del Departamento de Inventario del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), existen 5 287 predios en el Centro Histórico. Están clasificados en cuatro estados: bueno, regular, malo y en ruina. El 42,2% está en estado regular, el 1,9% en malo y el 0,1 en ruina. Además, hay 143 casas deshabitadas. 


Este Diario hizo un recorrido por 10 lugares del Centro que se encuentran abandonados y deteriorados en la actualidad. El de la Quijano y Loja está abandonado y destruido. Los vecinos se quejan que allí pernoctan indigentes que consumen droga. Rompieron una de las puertas para ingresar y plagaron el sitio de basura. La gente asegura que caminar por ese sector es muy peligroso a cualquier hora y solicitan a la Alcaldía que intervenga para recuperar la propiedad.
 
Otro predio se ubica en la curva de las calles Topatauchi y Aguarico, en el sector de La Libertad. Según el libro ‘La Libertad, memoria histórica y cultural’, el ‘Rincón Chileno’ fue una casa de citas que se inauguró en la década del 50 y funcionó hasta los 70. El nombre del lugar se debió a la nacionalidad de los propietarios. A ese local acudían hombres de posición económica alta. Era costoso, lleno de lujos. Su eslogan promocional era: “Los que quieran conocer el cielo deben ir allá”. 


En el lugar operó posteriormente la escuela General O’Leary durante varios años. Carlos Sacón vive junto a esa propiedad. Le sorprende que un sitio tan exclusivo en otras décadas se encuentre olvidado y que la maleza haya invadido parte de sus instalaciones. Desconocidos ingresan allí y eso atemoriza a los vecinos del sector. La Casa Guarderas, localizada en la av. 10 de Agosto y Riofrío, data de 1930. El expresidente José María Velasco Ibarra dio discursos desde sus balcones, según el historiador Héctor López, por lo que al frente se levantó una figura del caudillo.

La vivienda está inhabitada y atrás existe un canchón en donde se parquean vehículos. El inmueble es de estilo neoclásico. La gente que vive en las inmediaciones asegura que en esa zona se presentan asaltos a personas. Lo mismo ocurre a pocas cuadras en la vivienda ubicada en las calles Manuel Larrea y Checa, edificada en los años 50. 

El comerciante Julio Fiallos tiene allí un local de venta de artículos de cuero. “Es un peligro, no hay quién controle. Es un foco de inseguridad”. Su fachada luce deteriorada por el paso del tiempo. El extinto Fondo de Salvamento (Fonsal) construyó la cubierta provisional en el 2007. En el IMP se desconoce si los propietarios han ejecutado trabajos de mantenimiento.

En las tradicionales piscinas de El Sena también hay problemas. Pese a su valor histórico, esta es ahora una infraestructura abandonada en franco deterioro. De una de sus paredes cuelga un viejo letrero descolorido con una botella naranja. Apenas se puede leer “Fruit: Baños El Sena”. 

En el interior hay basura y las paredes están desgastadas. Hay vagabundos, consumidores de estupefacientes y estruchadores que se albergan momentáneamente dentro del complejo.
A una cuadra se levanta una imponente vivienda de tres plantas, en plena avenida Maldonado, diagonal al Ministerio de Defensa. Se la conoce como la casa Logroño y en los planos de 1887 ya constaba esa propiedad, según indica el libro Damero. “Posiblemente utilizada para la recreación y vacaciones de sus propietarios puesto que muy cerca se encontraban los baños del Sena”, se informó en el IMP. 

También porque el río Machángara con sus riveras eran sitios de recreación y esparcimiento para los quiteños. Ahora está destruida y en el olvido. Las paredes desgastadas con abundante maleza. Los vecinos se quejan de que allí hay abundantes roedores que ingresan a las casas contiguas.

Otros puntos que requieren ser intervenidos son el Teatro Atahualpa, el cual cuenta con vigilancia privada de forma permanente. También los molinos de El Censo, que funcionaron desde 1906 hasta 1997. Se incluyen la Cartonera, las instalaciones del expenal García Moreno y la Casa Mil de La Floresta. 

Para Vinicio Velásquez, catedrático de la Universidad Católica y especializado en uso y gestión del patrimonio, los predios históricos pueden ser recuperados con estrategias de ‘coworking’. Es decir, un bien tradicional puede ser usado para varias actividades. Se alquila una parte para oficinas. Otra para restaurantes y así se lo mantiene de forma sostenible. 

Inés del Pino, profesora de arquitectura y urbanismo del mismo centro superior, asegura que se deben implementar programas para que la gente reconozca a los sitios patrimoniales abandonados y que en la memoria colectiva se genere un sentido de pertenencia. En ese sentido se pueden realizar campañas educativas y los medios de comunicación pueden intervenir.

Asimismo, considera que se debería fomentar la producción de libros con información de los lugares históricos como ocurrió años atrás con las publicaciones del Fonsal. Paúl Herrera es director de Proyectos Especiales del IMP. Asegura que intervenir en las casas patrimoniales depende también de otros factores. Por ejemplo, si estos son privados. 

Los propietarios a veces se encuentran en problemas de herencias y eso dificulta cualquier intervención. También, los altos costos de reparación y mantenimiento de propiedades tan grandes y antiguas. Herrera resalta que hay un programa de ayuda para intervenir en inmuebles particulares. El dueño paga los costos a través del impuesto predial en un prorrateo a 10 años. Cuenta con una subvención del 50% que el IMP otorga a través de convenios. 


Así, desde el 2014 se trabajó en 232 edificaciones, con una inversión de USD 9,1 millones. Ahora, con la nueva administración del alcalde Jorge Yunda, se realizarán mesas de trabajo con la comunidad para plantear nuevas estrategias de intervención. “Demanda varias acciones desde la aplicación normativa hasta la regeneración del espacio público y la seguridad urbana”. También se actualizará el inventario de bienes patrimoniales. De otro lado se reforzará la investigación científica con la producción de más libros que rescaten el valor histórico de los bienes patrimoniales.

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