Diego
Bravo Carvajal
En la
Terminal Interprovincial de Carcelén, ubicada en el norte de Quito, alrededor
de 30 venezolanos pernoctan las noches. No tienen otro lugar en donde quedarse
para descansar. Por las mañanas, ellos trabajan allí vendiendo dulces o
cargando maletas para juntar dinero y luego movilizarse hasta la frontera con
Perú.
Son grupos
que cambian. Unos se quedan una o dos semanas y se van. Luego llegan otros que
hacen lo mismo y así se repite sucesivamente. A veces son familias completas
con niños pequeños, las cuales huyen de la crisis económica y política que
afecta a ese país.
Su
objetivo es viajar a Lima y juntarse con sus parientes y amigos, quienes viven
allí. La noche de este martes 29 de mayo del 2018, ellos contaron sus historias
y pidieron a las autoridades que les permitan quedarse allí, pues aseguran que
el sitio es seguro y no se exponen a que les roben en la calle.
“Vengo de
Caracas y estoy en Quito dos días. Atravesamos Colombia en una semana”, contó
Gustavo Torrivilla, un barbero de 26 años. Como sus compatriotas, él se
alimentó esta noche con la comida que una familia quiteña les llevó para
ayudarles.
“Les
damos desayuno, café con dos panes. Por la noche les traemos sopa caliente. No
comen nada durante el día porque todo el dinero que ganan lo juntan para
comprar el pasaje e irse a Huaquillas, en la provincia de El Oro, frontera con
Perú”, manifestó Francisco Reinoso, un oficial en servicio pasivo de la Marina,
quien reparte alimentos junto a su esposa e hijas desde hace 10 días.
Esta
noche les prepararon una crema de zapallo con verduras y pan. Otro día les
llevaron una olla grande con aguado de gallina. El objetivo –explicó Reinoso-
es solidarizarse con la gente que sufre tras salir de su país. Los migrantes no
están acostumbrados al frío de Quito, el cual es más intenso en los días
lluviosos.
“Algunos
tenemos sábanas que nos regalaron en un refugio de Ibarra, en Imbabura (…)
Tenemos que dormir todos ahí juntitos en la sala de espera, sentados, en el
piso, como nos podamos acomodar”, manifestó Zadhay Acosta, de 19 años, quien
vino caminando desde Cúcuta (frontera colombo-venezolana) hasta Ecuador.
“Más
tristeza dan quienes duermen en la calzada con más frío. La mayoría de
venezolanos estamos acostumbrados a climas calurosos. Nos afectan las bajas
temperaturas”, contó la mujer.
Este
Diario entrevistó al arquitecto Bolívar Muñoz, gerente de terminales y
estacionamientos de la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras
Públicas (Epmmop) del Municipio. Dijo que las terminales son espacios públicos
que están abiertos las 24 horas del día para servir a la comunidad.
“De
ninguna manera, a nadie se le puede sacar, excepto que generen disturbios, lo
cual no se ha dado”, enfatizó. A su juicio, la llegada de migrantes venezolanos
a las estaciones de Carcelén y Quitumbe, en el sur de Quito, no es nueva.
“Pueden
quedarse hasta encontrar la unidad que les lleve a su destino, No hay
restricción para retirarles”. Asimismo, explicó que desde hace dos meses se
registra la afluencia de venezolanos en las estaciones interprovinciales.
Añadió
que hay zonas en donde la gente pernocta hasta encontrar un autobús y viajar.
“Ellos no están permanentemente en la terminal, es por períodos muy cortos. No
se quedarán para toda la vida”.
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