lunes, 3 de febrero de 2025

Los músicos ciegos de Quito

Por Bolívar Bravo Arauz, excronista de El Comercio para la Sección del Recuerdo 

Se tiene una profunda admiración y simpatía para los artistas ciegos, a los no videntes que han cultivado el arte musical con verdadera maestría, con sentimientos de tristeza que es una clara revelación de su penosa existencia.

Entre los músicos ciegos hay que recordar, entre otros, a los siguientes: Alfonso Correa. fundador de la Sociedad de Ciegos Braille, Humberto de Rosa, Ángel Velásquez, Jorge Puente Humberto Acosta, Guillermo Viteri, Juan Borja y al ciego Basilio.

Comencemos por el ciego Basilio. Era de alta estatura: de cara redonda, le decían al sipo, por cuanto en su niñez había sido atacado de viruela, lo que le ocasionó la pérdida de la vista. Enseñaba a tocar la guitarra y el arpa Además, tocaba la flauta. Tocaba en actos religiosos, en fiestas y diversiones, poniendo la nota de alegría y regocijo. Era muy buscado.

Ángel Velásquez tocaba el arpa con primor. Ejecutaba música antigua y gozaba del aprecio popular. Se cuenta que era propietario de una casa en la Esquina de las Almas, entre las calles Rocafuerte e Imbabura, barrio San Roque.

Alfonso Correa, muy conocido y apreciado en Quito. Hombre culto, sabía leer y escribir por el método de Braile en relieve. Tenia varios libros en esta escritura y difundía sus conocimientos, por lo cual fundó la sociedad del mismo nombre. A pesar de su falta de vista, hacía pruebas y deleitaba en las casas de sus relaciones sociales. Tenía un oído finísimo y jamás se confundía con las personas a quienes conocía por su voz y por sus pasos. Fue alumno del Conservatorio de Música y aprendió a tocar el violín con el renombrado artista y escritor Enrique Terán, hijo del general Emilio María Terán. Correa fue artista de la radio e iba acompañado de su hermana Imelda.

Humberto de la Rosa, excelente artista, tocaba música nacional y extranjera. Andaba guiado por su madre, para transitar por las calles de Quito. Actuó por algunas ocasiones en Radio Tarqui.

Jorge Puente. Otro cieguito que se crió en el orfelinato cuando funcionaba en el hospicio. Cansado de pedir limosna, entró al Conservatorio de Música con el profesor Luis Adrián, llegando a dominar el piano. Adrián era maestro de capilla de San Roque y el Carmen Alto. A su muerte ocupó la vacante Jorge Puente. Se hacía leer buenos libros y tocaba el piano en casas de recreo.

Humberto Acosta vivía la quinta El Placer de la familia Álvarez Gangotena, que fue adquirida por el General Leonidas Plaza Gutiérrez, en su segunda administración presidencial para luego destinarlo al Instituto Normal Juan Montalvo.

En la esquina estaba la casa del Argomacín, un italiano que vendía trastos de porcelana. Además, en la misma calle Quiroga, en la parte alta vivía el pintor quiteño Joaquín Pinto. Al final de la calle Chile, vivía la familia Acosta Núñez: el último de los hijos de esta familia era el cieguito Humberto Acosta que tocaba guitarra, piano y violín.

Guillermo Viteri. Quedo ciego al estallar un tarro de pólvora que iba a soldar, fatal suceso que conmovió al vecindario. Tocaba el piano y andaba con un bastón blanco y un pito para pedir a los policías o transeúntes que le hagan pasar. Por su falta de vista era colérico y de mal humor.

Juan Borja. Hay un refrán que dice: Dios da la llaga y da la medicina. Juan Boria quiso iniciarse en el divino arte, el arte de los dioses, en el arte de Orfeo, pero no le fue posible. Ensayó entonces la declamación bajo la dirección de Abelardo Reboredo, en el Conservatorio de Música. Ayudado por una gran memoria, aprendió muchas y selectas poesías. Recitó hermosas poesías con verdadero arte en las radios.

Jamás pidió limosna. Solía pararse en el antiguo Pasaje Royal con las manos sobre el pecho y luego en la iglesia de La Concepción. El corazón de la gente quiteña que no es impávido ante el dolor ajeno le prestaba ayuda económica. Borja entró al Colegio Central Técnico y allí aprendió a tejer en mimbre para ayudarse en la lucha por la vida.

Foto: Imagen referencial de la esquina de las calles Guayaquil y Bolívar, frente a la Plaza de Santo Domingo. 

Crédito de la fotografía: INPC.